La amenaza de Donald Trump

Imagen: Quentin Chansaulme
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por GÉNERO TARSO*

El anuncio del futuro presidente estadounidense de que gravará al 100% las importaciones de productos procedentes de los países que componen los BRICS no es una simple bravuconería.

Cuenta la leyenda y forma parte de la historia de mi estado que uno de nuestros grandes gobernadores, en su lecho de muerte -asfixiado por un enfisema pulmonar- respondió a un asesor con una frase histórica. El asesor: “¡ánimo, Gobernador!”, a lo que responde: “¡Tengo coraje, hijo de puta, lo que me falta es aire!”.

Ralf Dahrendorf en su ensayo “La naturaleza cambiante de la democracia” (revista “la politica”, 1997, Paidós) examinando los argumentos de Marshall sobre la ciudadanía moderna, surge la siguiente pregunta: ¿no es más apropiado pensar en la ciudadanía moderna utilizando un patrón de “círculos concéntricos”?: “hay un núcleo duro de derechos fundamentales e indispensable para integridad personal, (como) el debido proceso legal, la libertad de expresión y otros derechos. Allí reside un conjunto de derechos humanos básicos, sin los cuales el Estado de derecho se reduce a una cáscara vacía”.

El anuncio del futuro presidente Donald Trump de que gravará las importaciones de productos de los países BRICS en un 100% (si adoptan una moneda alternativa al dólar) no es simplemente una bravuconería. Tampoco se trata de una decisión ya tomada a ejecutar, ni de una mera advertencia, sino de la primera exploración del nuevo terreno geopolítico de disputa, que se ha ido gestando desde su regreso a la Casa Blanca. Es un movimiento que complementa el golpe de Estado, intentado al final de su primer gobierno, crimen del que salió, permanece y seguirá ileso.

Dos hechos esenciales sobre la economía estadounidense ayudan a explicar no sólo la victoria de Donald Trump, sino también la crisis del sistema democrático liberal del país, que siempre ha funcionado bien para sus intereses coloniales-imperiales: la relación deuda-PIB de Estados Unidos es del 120% (actualmente en Brasil ronda el 80%) y el ingreso per cápita de su 20% más rico es nueve veces mayor que el de su 20% más pobre. El 1% más rico de la población de Estados Unidos posee más riqueza que el 50% más pobre.

Estos números legados por la administración de Joe Biden en el país que da lecciones a los pueblos bárbaros sobre cómo controlar sus gastos públicos y cómo sanear sus finanzas estructurales, ha elegido ahora -para dirigir la nación durante los próximos cuatro años- a un xenófobo proteccionista. Misógino y criminal confeso. La crisis de la democracia representativa no es nueva, ya que las mediaciones jurídicas y políticas a través de las cuales se produce aparecieron poco después del fin de la “guerra fría”, aunque recién alcanzaron su apogeo hoy, en la mayor potencia capitalista del mundo.

Este mismo análisis, trasladado a la situación brasileña y sudamericana, puede entenderse en su especificidad, a partir de la situación general-global del sistema capitalista, controlado por agentes financieros públicos (de los países ricos) y privados (globales), en otro sentido. condición circular. Lo expone Danilo Zolo, en la misma obra (cit. p. 127), de esta manera: “dado que en una sociedad de libre mercado sólo una minoría tiene suficientes recursos políticos, económicos y organizativos para beneficiarse de las capacidades adquisitivas de la población, La última clase de derechos (económico-social), la ciudadanía, produce desigualdades y libertad, de la misma manera que el mercado genera desigualdad y riqueza”.

Esta contradicción entre derechos fundamentales estandarizados y la distribución desigual del ingreso (y el acceso a bienes sociales públicos y privados) es el pilar o el “centro” orgánico de la reproducción sociometabólica del sistema de capital. Se puede resumir en la siguiente pregunta pragmática y “popular”: ¿en qué medida la democracia política (liberal) puede lograr ventajas materiales para los ciudadanos –sin destruir el sociometabolismo que estructura el sistema de mercado– para distribuir algo a los de abajo y aumentar la riquezas de los de arriba?

La perplejidad (incluido este escribano) con la que el PT y la izquierda abordan este tema, cuya síntesis -como política pública- se llama “marco de Haddad”, debería haber comenzado mucho antes. Nos ayudaría a definir direcciones más audaces en la conducta de un gobierno centrista y democrático que no se dedicó a llevar a cabo una reforma política que facilitara una política de Frentes, que valorara a los partidos nacionales y no a las oligarquías regionales de cada Estado, para la producción de alianzas electorales.

Me refiero a la época en que Lula se quejó del continuo mal humor de los “Farias Limers” (y sus homólogos similares de la Avenida Paulista) contra sus gobiernos. “De hecho, dijo el Presidente, nunca han ganado tanto como bajo mi Gobierno”. Cuando Lula señaló esta contradicción entre las ganancias del capital y el grado de insatisfacción de las clases aliadas, algunos de los más cercanos al Presidente en ese momento se dieron cuenta de que él creía en la “buena fe” del ser humano en abstracto, dominante en el mercado, y menos en el poder del mercado concreto para dominar las mentes de esos mismos seres.

La ausencia de “gratitud” por parte de las clases dominantes, en su forma de hacer política, estaba planteando un problema altamente complejo dentro de su sistema de alianzas, que sólo podría ser resuelto por un nuevo Frente político, que ubicara –en una situación muy lejana de cualquier revolución social y muy cerca del avance de la acción directa extrema a escala global -donde estaría el punto ideal, no de una ruptura imposible en esas condiciones históricas, sino de una ampliación de los corredores para el tránsito de una sociedad más justa y más sociedad posible.

Lo que está presente en el “marco de Haddad”, dentro de los límites de las alianzas dadas por el Consulado de Lira y el bolsonarismo en el tercer gobierno de Lula, no son posiciones políticas personales de Haddad, sino exactamente las condiciones heredadas para gobernar sin rupturas, para gestionar, dentro de los límites de este orden y el sistema de alianzas a través del cual se realizó, la reconciliación del pueblo con la democracia política que el propio pueblo ya no valora.

De hecho, lo que le queda a Brasil, de todo lo que estamos viendo en el mundo, es resistencia en el campo de la política local y sudamericana. Resistencia para frenar el fascismo que hoy se avecina en la Argentina de Milei, dentro del anarquismo “libertario” y elitista, que ya metió sus zarpas ensangrentadas en varias regiones del mundo. Recordemos que romper el “marco” de Fernando Haddad podría resultar en el mismo proceso infame que “impeachment” a Dilma Rousseff y abrió las compuertas al bolsonarismo, a la vez suicida y asesino, que aún nos asedia.

* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).


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