por PAULO SILVEIRA*
Marx estuvo cerca de desarrollar una teoría del inconsciente, del inconsciente social.
Hace poco menos de un año, por el inicio de la pandemia, escribí un texto teórico sobre este mismo tema, que sería una especie de copa. Una lectora, siempre certera, hizo un comentario curioso, en el que comparó mi texto con el de un antiguo filósofo razonablemente reconocido en ciertos círculos paulistas, especialmente en la USP. Di un golpe, porque considero que los textos de ese filósofo se destacan por su falta de claridad, precisamente lo que me hubiera gustado evitar en mi pequeño ensayo.
En él examino preferentemente textos de Althusser, Balibar, Derrida, Lukács y, por supuesto, Marx. Este “alma del capital” (I) fue publicado, todavía en el 1er semestre del año pasado en la revista Margen izquierdo con unos pequeños cortes encaminados a adaptarlo a un tamaño compatible con el requerido por la revista.[ 1 ]
Pues bien, esa comparación no deseada me invita a retomar el tema, ahora en un minimalismo que espero no signifique falta de claridad.
sobre el titulo
En un principio, reescribiré el título: “el alma↔ del capital”. Esta flecha en ambos sentidos indica que tanto el capital crea, moldea su propia alma, sus propios súbditos, como el alma, es decir, los súbditos del capital hacen mover la compleja máquina del capital. Esto también deja en claro que entre el alma y el capital existe un lazo indisoluble que algunos llaman lazo social, expresión que tiene el mérito de señalar la sociabilidad capitalista. A pesar de esta doble dirección, en la relación entre el alma y el capital, es importante no olvidar que también es una relación de filiación: la filiación del alma al capital. Filiación que se acerca a la noción de “determinación en última instancia” acuñada por el filósofo francés Louis Althusser.
¿Por qué entonces alma? En su filiación al capital, el alma no parece llevar ni un ápice de trascendencia. Sin embargo, este primer momento, el de la filiación, está completamente envuelto por los secretos y misterios de la forma mercantil que se condensarán en lo que, con gran sensibilidad, Marx llamó fetichismo. Así, el fetiche, con sus rarezas y mandingas, o como dice nuestro autor, lleno de sutilezas metafísicas y mañas teológicas, viene a inundar y componer el alma del capital.
Aquí se puede ver lo cerca que estuvo Marx de una teoría del inconsciente, del inconsciente social. Pero aún no había llegado el momento de esta teoría, que sólo tendría sus inicios unos cuarenta años después.
Si tomamos como referencia el Edipo freudiano, no es difícil advertir su carácter social. Después de todo, un paso razonablemente exitoso por Edipo no es más que un viaje de la “casa” a la “calle”, de la casa a la ciudad, en definitiva, de la casa al mercado: un pasaporte al mundo de las mercancías, al mundo de las mercancías. capital
Althusser, en un raro acercamiento, abre un pasaje que lo lleva al encuentro con Freud. Propone una íntima relación entre la ideología y el inconsciente. Nos dice que para Freud el inconsciente es eterno y, como el inconsciente, la ideología es eterna: “la eternidad del inconsciente está relacionada con la eternidad de la ideología en general”. Y con menos timidez concluye: esta es una relación “teóricamente necesaria” porque hay un “vínculo orgánico” entre las dos proposiciones. Aún sin volver a este tema, estos últimos énfasis dejan claro que quería dejar su firma en estos nuevos hallazgos.
Los sujetos del capital, especialmente los ideólogos (religiosos, comunicadores, políticos, docentes), hacen tan explícita y transparente la ideología que, independientemente de sus deseos, hacen aún más difícil –y diría también, más efectivo– el acceso a su dimensión más profunda. – que es el inconsciente.
Si recordamos algunos de los pasos de Marx hacia la formulación de una teoría de la ideología, encontraremos el vínculo que une la ideología a la religión. La religión sirviendo de modelo a toda ideología. Se destaca entonces lo que mejor caracteriza a esta alma del capital: la creencia que tiene como corolario el culto. En este caso, el del fetichismo, el culto se dirige al moderno y siempre vigente becerro de oro: el capital, las mercancías, el dinero. En estas condiciones, el fetiche, entonces, se revela como matriz de las estructuras subjetivas: los sujetos del capital, el alma del capital. Y completa con la tesis que iluminó este texto: el fetiche es la forma capitalista de la ideología.
*Paulo Silveira es psicoanalista y profesor jubilado del departamento de sociología de la USP. Autor, entre otros libros, de Del lado de la historia: una lectura crítica de la obra de Althusser (Policía).
Nota
[1] SILVEIRA, Paulo. “El alma del capital: el fetiche es la forma capitalista de la ideología”. Revista de margen izquierdo, No. 34, pág. 90-106. São Paulo, Boitempo, 2020.