por ALEXANDRE ARAGÃO DE ALBUQUERQUE*
El Papa Francisco llamó a sus fieles a involucrarse de manera coherente y real con el proceso político de las sociedades de las que forman parte
No fue sólo Francia la que alzó su voz con fuerza, celebrando la democracia como un valor que hay que defender sin concesiones y como una sustancia que hay que cultivar a diario, con motivo de la segunda vuelta de sus elecciones parlamentarias el 07 de julio. En la ciudad italiana de Trieste, también en la misma fecha, con motivo de la finalización de las 50a. Semana Social Católica, el Papa Francisco pronunció un poderoso discurso, llamando fuertemente a sus fieles a involucrarse de manera consistente y real en el proceso político de las sociedades de las que forman parte.
Con gran entusiasmo, el pontífice se centró en lo que llamó el corazón de la política: la participación. Para él, sin la participación política de todos los ciudadanos de una determinada sociedad, la democracia se convierte en una caja vacía, llena de ritos, burocracias y formalidades, sin la sustancia con la que se pueden construir nuevos mundos. Por el contrario, la democracia se basa en los valores de la persona humana y una ecología integral. Por tanto, es algo que concierne a todos, sin excepción.
Profundizando, el Papa Francisco advirtió que esta no es una participación cualquiera, ni tampoco improvisada. Hay que crear condiciones para que todos puedan expresarse y participar. Es necesario desarrollar un sistema educativo que favorezca la participación política de niños y adolescentes, educándolos e incentivándolos a pensar críticamente, a través de actividades pedagógicas creativas.
Tales condiciones de participación deben favorecer un diálogo civil profundo entre los ciudadanos y las diversas expresiones de sus comunidades locales y con las instituciones políticas, generando ciclos continuos de aclaraciones mutuas, apuntando a la liberación de vínculos económicos e ideológicos, apuntando al surgimiento de nuevos procesos encaminados a a la vida concreta de las personas y su dignidad.
Por eso, para el Papa, uno de los signos de una sociedad humana fraterna es cuando es capaz de comprometerse a garantizar, de manera eficaz y estable, que todos sus miembros sean acompañados en el camino de sus vidas, no sólo para satisfacer sus necesidades primarias, pero también para poder dar lo mejor de sí en el crecimiento de su comunidad, aunque lo hagan a su propio ritmo. Todos deben ser parte de un proyecto comunitario, nadie debe ser tratado como inútil o desechable. Las diversas formas de exclusión social deben ser motivo de preocupación permanente.
Además de la exclusión, otro problema grave destacado por Francisco es un tema que ya se viene desarrollando en los últimos años: la “autorreferencialidad”. Lo considera un tumor maligno que no hace más que aumentar el cáncer de la distancia entre las relaciones sanas y auténticas entre los humanos, que se vuelven egocéntricos, generando la fugacidad de las relaciones, que no soportan cuestionamientos ni posiciones contrapuestas, alimentando un miedo difuso a la otro.
Hablando a los dirigentes de las asociaciones católicas a principios de esta década, Francisco afirmó que la contemplación de uno mismo lleva siempre a defender la institución en detrimento de las personas. La autorreferencialidad que viven varios movimientos católicos contemporáneos les impide ver sus errores, retrasando el camino hacia la necesaria corrección, además de obstaculizar la actualización de métodos y contenidos a través de una verificación abierta y honesta de procedimientos institucionales erróneos y estilos autoritarios y gobierno fundamentalista.
Así, los vínculos de un pueblo se fortalecen a medida que sus ciudadanos son valorados, porque cada persona es importante, tiene un valor en sí misma. Por tanto, ciertas formas de política que apuntan al bienestar y que no reconocen la dignidad de la persona humana son pura hipocresía.
Es necesario tener voces que denuncien y propongan. Pero esto sólo es posible si caminamos con el pueblo del que formamos parte, conociendo sus alegrías y dolores, tristezas y esperanzas, desafíos y opresiones. La excelencia de la política es iniciar procesos, dar a luz noticias de fondo como la mujer que da a luz a un niño.
*Alexandre Aragão de Albuquerque Máster en Políticas Públicas y Sociedad por la Universidad Estatal de Ceará (UECE).
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