23 diciembre 2084

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por MICHAEL LOWY*

En mi juventud, durante las décadas de 2020 y 2030, todavía era posible evitar la Gran Catástrofe Climática.

Hola, comienza el invierno y aquí en Groenlandia tenemos una temperatura invernal agradable, que no supera los 40°C. Lamentablemente, este no es el caso en otros lugares del planeta…

Los editores de Gaceta de Groenlandia Me pidieron que hiciera un breve relato de los dramáticos acontecimientos ocurridos a lo largo de este siglo, relato destinado a las nuevas generaciones que nacieron aquí y que no conocieron esta historia. Puedo hacerlo porque, nacido en 2002, soy uno de los supervivientes más antiguos del CCG, la Gran Catástrofe Climática.

En mi juventud, durante las décadas de 2020 y 2030, todavía era posible evitar la Gran Catástrofe Climática. Pero esto habría requerido medidas urgentes y radicales, como la interrupción inmediata de la explotación de combustibles fósiles, un modelo diferente de agricultura, una reducción sustancial de la producción, el abandono del consumismo, etc. No fue posible tomar tales medidas sin la expropiación de los bancos y las grandes empresas, sin una planificación democrática, en definitiva, sin una ruptura con el sistema capitalista.

Pero podríamos haber comenzado con una transición ecológica mínima, como primer paso hacia el cambio global. Una minoría sustancial de la población (jóvenes, ecologistas y sindicalistas en el Norte, indígenas y campesinos en el Sur y, en todas partes, mujeres) se movilizó por causas socioecológicas. Pero una gran parte de la población siguió prisionera de la enajenación fetichista de las mercancías o del chantaje de los capitalistas.

Lo peor fue que, en muchos países, a medida que la crisis ecológica empeoraba, el racismo antiinmigrante favoreció la elección de gobiernos abiertamente ecocidas, negacionistas y neofascistas. En otros países hemos tenido gobiernos “razonables”, que reconocieron la necesidad de evitar un aumento de temperatura de más de 1,5°C, pero no tomaron ninguna medida urgente necesaria. Propusieron políticas totalmente ineficaces, como el “mercado de derechos de emisión” o los “mecanismos de compensación”, o incluso soluciones técnicas falsas.

La oligarquía de los combustibles fósiles, formada no sólo por las grandes empresas de petróleo, carbón y gas, sino también por las industrias del automóvil, la química y el plástico, así como por los bancos asociados, tenía un poder inmenso y logró bloquear cualquier progreso serio. A partir de 2040, la ventana de oportunidad se cerró y el cambio climático se volvió incontrolable.

Entre 2050 y 2080, veremos gradualmente la desaparición de los bosques, devorados por incendios cada vez más monstruosos. Al mismo tiempo, los ríos se secaron y el agua potable se volvió cada vez más escasa. La desertificación se extendió por todo el territorio (a pesar de las fuertes lluvias y las inundaciones mortales), mientras que las ciudades costeras se vieron inundadas por el aumento del nivel del mar (resultado del derretimiento de los casquetes polares).

Pero lo peor de todo fue el aumento de la temperatura, que gradualmente alcanzó los 50°C o más, haciendo inhabitables países enteros y, posteriormente, continentes. Podría haber sido incluso peor: si la producción –y por tanto las emisiones– no se hubiera desplomado a partir de 2050, todo el planeta habría quedado inadecuado para la vida humana.

Como seguramente sabéis, los supervivientes se refugiaron en los polos: los habitantes del Norte aquí, en Groenlandia, y los del Sur, en la Antártida. Los científicos calculan que, dentro de unos siglos, los gases de efecto invernadero en la atmósfera se reducirán considerablemente y la temperatura del planeta volverá gradualmente a su nivel del Holoceno. Podemos consolarnos con este pronóstico optimista, pero personalmente no puedo aceptar que tantos seres humanos de mi generación hayan desaparecido, víctimas de los terrores de la Gran Catástrofe Climática.

La catástrofe no fue inevitable. Pero nuestras advertencias no fueron escuchadas. Nosotros, los científicos del IPCC y defensores de una ecología antisistémica: ecosocialismo, ecología social, comunismo decrecimiento, etc. – jugamos a Casandras. Pero, como sabemos después de la guerra de Troya, no nos gusta Casandra: sus discursos alarmistas son impopulares. Dicho esto, sin duda cometimos errores: no pudimos encontrar los argumentos, el lenguaje, las propuestas capaces de convencer a la mayoría.

Perdimos la batalla. Esperemos que, dentro de unos siglos, la humanidad pueda volver a habitar todo el planeta Tierra, con un modo de vida más armonioso, basado en la solidaridad entre los seres humanos y el respeto a la Madre Tierra.

*Michae Lowy es director de investigación en sociología en Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS). Autor, entre otros libros, de Franz Kafka soñador insumiso (Editorial Cem Cabeças) [https://amzn.to/3VkOlO1]

Traducción: Fernando Lima das Neves.


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