por LUIS FELIPE MIGUEL*
La única forma de evitar la reelección de Bolsonaro es intensificar el trabajo político del día a día
Después de las elecciones municipales, la atención se dirige al 2022. Esta es la trampa de la política electoral, que canaliza nuestras energías y nuestras esperanzas en una disputa estructuralmente sesgada a favor de quién controla el dinero y la información.
Es fácil predecir que Bolsonaro estará en la segunda vuelta, comenzando con alrededor de un tercio de los votos. Hoy no tiene partido, pero tiene la fuerza que le da la mesa presidencial y la atracción que ejercen los favoritos. Además de los pequeños partidos aliados con él, como el PRTB y Patriota, ya cuenta con los republicanos y probablemente con los progresistas y el PTB. En resumen, es un presidente en ejercicio, que se presenta a la reelección, con una fuerte base partidaria. Puede esperar que obtenga entre el 35 y el 40% de los votos en la primera ronda.
La parte del PSL que se separó de Bolsonaro estará entre volver a estar con él o seguir el camino de Alexandre Frota y unirse a Doria. Aún en la extrema derecha, Novo, con el crecimiento de su ala bolsonarista, llegará a las elecciones bajo una enorme tensión. La política resultó ser más complicada de lo que imaginaban las ironías de Itaú.
La reducción del tamaño del PSDB en las elecciones municipales frustró la pretensión de Dória de erigirse como el nombre indiscutible de la derecha que ahora quiere parecer democrática. Es difícil que los tucanes puedan satisfacer a todos los aliados que necesitan para impulsar la candidatura a gobernador de São Paulo (MDB, PSD y DEM).
Es probable que algunos de estos partidos busquen su propia alternativa a la derecha (Luciano Huck, el cada vez más improbable Sérgio Moro u otro) y/o se embarquen en la canoa de Ciro Gomes, que pretende consolidarse como nombre de la “ centro” – por eso se distancia deliberadamente del PT.
Es poco probable que una maniobra como la de Lula en 2018, que suprimió el apoyo del PSB a Ciro, vuelva a tener éxito. Pero Ciro también tendrá que ser capaz de coser múltiples soportes, proyectando la imagen de que es capaz de superar su techo (alrededor del 12% de los votos). El pobre desempeño del PDT en pasadas elecciones no ayuda.
Es de esperar, por tanto, que tres o cuatro candidaturas, en principio, sean competitivas, intentando ocupar el mítico espacio del “centro”, lo que conduce a pronósticos no muy buenos para todas ellas.
En la izquierda, solo hay espacio para una candidatura competitiva, que concentrará los votos. Será la candidatura que Lula apoye, hoy, al parecer, la de Fernando Haddad. El stock de votos que el lulismo es capaz de movilizar ronda el 25%. Lo más probable, por tanto, es una nueva vuelta entre Bolsonaro y un candidato apoyado por Lula.
En él, si hay que creer en todos los signos, la derecha que quiere ser democrática volverá a echar por la borda todos sus escrúpulos y apoyará al excapitán, unos más felices, otros más avergonzados. Con los medios a su favor, los empresarios, los pastores, la maquinaria pública, las fábricas de noticias falsas, he aquí, Bolsonaro gana un nuevo mandato. Ahora, quién sabe, con Damares de Vice: la representatividad lo es todo, ¿no?
¿Como detenemos esto?
No es mover las piezas del ajedrez electoral. En él priman las vanidades y los intereses cortoplacistas, que las incertidumbres reinantes no hacen más que agudizar. Incluso el sometimiento de la izquierda al nuevo centro encarnado en Ciro, que veo que muchos defienden por desesperación y que tiene efectos nocivos lo suficientemente fuertes como para ser desaconsejados, no conduce a ninguna garantía de éxito.
Tampoco se espera una bala de plata. Muchos ya han surgido: fugas de jets, amenazas al Tribunal Supremo, Queiroz, coronavirus. Ninguno funcionó. Quien puso a Bolsonaro en el poder -y no hablo de sus votantes- sabe muy bien lo que quiere y por eso prefiere mantenerlo.
La única forma de evitar la reelección de Bolsonaro es intensificar el trabajo político del día a día, organizando a los vastos sectores víctimas del actual gobierno para resistir y luchar contra los flagelos gemelos del autoritarismo y el neoliberalismo. Este es el trabajo a realizar. El resultado electoral puede ser una consecuencia de ello, pero no es su único horizonte. La política va mucho más allá de las urnas.
Si logramos derrotar a Bolsonaro, necesitaremos movilizarnos para lograr que un gobierno democrático sea realmente capaz de gobernar. Si lo reemplaza una derecha menos caricaturizada o cualquier otro “centro”, será necesaria la movilización para evitar que simplemente tengamos una política neoliberal con una sonrisa en la cara.
Y si por desgracia vuelve a ganar, arrullado por la aprobación de las urnas para un segundo mandato aún más destructivo, es precisamente ahí donde nuestra resistencia será más necesaria que nunca.
*Luis Felipe Miguel Es profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la UnB, donde coordina el Grupo de Investigación sobre Democracia y Desigualdades (Demodê). Autor, entre otros libros, de Dominación y resistencia: desafíos para una política emancipadora (Boitempo).