201 años: ¿algo que celebrar?

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por RAFAEL R.IORIS*

Brasil ha retomado su rumbo histórico como nación que valora el multilateralismo y la resolución negociada de conflictos, piedras angulares de nuestra diplomacia.

La historia también está marcada por hitos, que suelen celebrarse en números concretos, generalmente cuando se cierran ciclos de décadas o siglos. Los últimos años tuvimos la vergonzosa celebración de nuestros 200 años de emancipación legal que puso fin al yugo colonial portugués el 7 de septiembre de 1822, cuando Jair Bolsonaro robó un partido que pertenecía a la nación para defender su permanencia en el poder aunque, si es necesario, por medios ilegítimos. En el escenario actual, de un país definido por profundas divisiones políticas e ideológicas y el regreso de la agenda golpista, aún con gran atractivo popular, ¿hay algo que celebrar?

Después de cuatro años de destrucción de las instituciones democráticas conquistadas con tanto esfuerzo, la mayoría de los brasileños respiró aliviado cuando, tras una movilización histórica en defensa de los valores y la cultura democráticos, Jair Bolsonaro fue derrotado en las urnas en octubre del año pasado. La pesadilla golpista que representa y lidera, pero que lamentablemente se aleja mucho de su trágica figura, no terminó a finales de año.

De hecho, a principios de 2023, tras el traspaso de poder que hasta entonces se había producido de forma pacífica, los partidarios del engaño golpista impulsado por Jair Bolsonaro –¡y apoyado por actos y omisiones de varios miembros de las Fuerzas Armadas! –, intentaron, de manera brutal, destruir las sedes de los poderes constitucionales. Y aunque las investigaciones sobre los actos golpistas han avanzado, es innegable que hemos retrocedido en nuestra consolidación democrática, ya que lo que hace unos años parecía imposible –defender el retorno de formas arbitrarias de poder– es hoy una realidad compartida por una parte importante de la población. población.

Parte del atractivo de la tesis golpista es el resultado de la articulación oportunista de fuerzas civiles y militares que de hecho nunca aceptaron la transición democrática y que aprovecharon la erosión de las fuerzas políticas establecidas para retomar sus habituales bajos instintos. Aún así, es innegable que si esta tesis ha ganado fuerza en importantes segmentos de la opinión pública en los últimos tiempos, esto también refleja la necesidad de que la democracia formal sea vista como de interés y valor para todos.

Sin embargo, para que esto suceda, lo que se necesita es más (¡no menos!) democracia, tanto en el sentido de una sociedad donde los ciudadanos sientan que su voz es escuchada y valorada, como en el sentido de una sociedad más igualitaria en el mundo. Sentido económico, racial y cultural. Asimismo, dada la vergonzosa política exterior seguida por Jair Bolsonaro, especialmente durante el mandato del cruzado medieval Ernesto Araújo, cuando nuestro alineamiento internacional buscaba, en gran medida, complacer no sólo a la Casa Blanca, sino también a la trágica figura de Donald Trump. ¿Hay algo que celebrar en el ámbito internacional?

En términos generales, la respuesta es inequívocamente ¡sí! De hecho, aunque Lula cometió algunas pifias –generalmente con efectos exacerbados por los medios y sin mayores consecuencias en las cancillerías extranjeras– lo que se puede comprobar es que Brasil ha retomado su rumbo histórico de nación que valora el multilateralismo y la resolución negociada de conflictos. , piedras angulares de nuestra diplomacia, y que, bajo el liderazgo de un líder con gran respeto internacional, se presenta una vez más al mundo como un país con gran peso regional e incluso global.

Lula restableció la imagen de Brasil como actor ambiental esencial para las negociaciones y planes para reducir la crisis vinculada al calentamiento global, como defensor de valores y agendas democráticas vinculadas a los términos de inclusión económica y social, y como economía emergente con gran capacidad diplomática. peso junto a los países del llamado Sur Global. Lula fue recibido tanto por Joe Biden como por Xi Jimping, avanza en la reanudación de las acciones del Fondo Amazonía y retoma la agenda de combate al hambre a escala global. Asimismo, restablece el tenor universalista y la capacidad de ser escuchado por los más diversos países, como Rusia y la Unión Europea, incluso en medio de la mayor guerra que involucra a tales actores desde la Segunda Guerra Mundial.

En este sentido, aunque tanto a nivel interno como internacional las acciones gubernamentales de los últimos ocho meses se están desarrollando, lo cierto es que Brasil tiene mucho que celebrar después del destructivo huracán de los últimos años. Por lo tanto, no sólo los actores estatales, sino la sociedad en su conjunto podemos celebrar este y todos los próximos 7 de septiembre, no como la culminación de un proceso histórico, sino como un hito en el inicio de la reconstrucción de nuestra democracia y de la más justa y sociedad respetada en el mundo.

*Rafael R. Ioris es profesor en el Departamento de Historia de la Universidad de Denver (EE.UU.).

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