por CAÍO NAVARRO DE TOLEDO*
Las falacias del revisionismo
“Esto no lo saben, pero lo saben” (Karl Marx).
Con motivo del 40º Aniversario del movimiento político-militar que derrocó al gobierno constitucional de João Goulart (1961-1964), la mayoría de las universidades públicas[i] y algunos colegios privados, entidades culturales, organismos públicos, sindicatos de trabajadores y medios de comunicación promovieron conferencias, seminarios, mesas redondas, entrevistas, testimonios, exposiciones iconográficas sobre este momento crucial de la historia política brasileña reciente; También se publicaron nuevos libros y algunas reimpresiones sobre este período.[ii].
Cabe señalar que fueron los diarios y semanarios los que más espacio dedicaron al debate en torno al 40 aniversario del Golpe de Estado. Reportajes sobre los idus de abril de 1964, editoriales, artículos y entrevistas con académicos (académicos o no), testimonios de ex protagonistas (civiles y militares) –publicados en ediciones regulares y en extensas secciones especiales– contribuyeron a la discusión sobre los motivos y circunstancias del golpe; también constituyeron material esclarecedor para un examen crítico del régimen militar que prevaleció en el país durante más de 20 años.
En una primera aproximación, es posible afirmar que en este debate se evidenciaron dos posturas o posiciones ideológicas, por las “novedades” de sus formulaciones. Por un lado, el de sectores militares y, por otro, el de algunos académicos progresistas o de izquierda.
El propósito de este artículo[iii] es comentar las confluencias y conflictos entre las interpretaciones del golpe de 1964 formuladas por estos protagonistas. Concibiendo el terreno ideológico como el espacio en el que se produce un tránsito extenso de representaciones, símbolos, imágenes, valores, etc., buscamos aquí examinar la oposiciones, ya que negaciones e los asignaciones entre los sentidos que intelectuales progresistas y sectores militares dieron a la discusión sobre abril de 1964.
Una derrota ideológica de los sectores conservadores
Na Orden del día Emitido por el Comandante del Ejército, General Francisco Roberto de Albuquerque – leído en cuarteles de todo el país la mañana del 31 de marzo – la expresión “Revolución de 1964” está ausente en gran parte del texto.[iv]. Contrariamente a ocasiones similares, esta nota no exalta la actuación de las Fuerzas Armadas brasileñas que, en abril de 1964, intervinieron en el proceso político para “salvar” al país de la “subversión” y la “anarquía” política, del “caos económico ” ” y el “totalitarismo ateo y comunista” que floreció y amenazó la democracia en los llamados tiempos del populismo. Sobriamente y sin elocuencia alguna, el Orden del día, dirigida a los jóvenes soldados del Ejército, alude vagamente a los “momentos difíciles” que vivió el país el 31 de marzo de 1964. En ella ya no se nombran los enemigos u opositores de la Patria, dando paso al reconocimiento de que –sin resentimiento de cualquier naturaleza – vivimos hoy en una sociedad “cuyos niños no están divididos por pasiones ideológicas y no están expuestos a las preocupaciones del pasado”.
Apaciguados los ánimos y superadas las divisiones fratricidas, la “Revolución del 1964” pasaría página. En palabras del Comandante: “Ver el 31 de marzo de 64 como una página de nuestra historia, con el corazón libre de rencores”[V]. Así, en esta nueva versión del 31 de marzo no se haría ninguna conmemoración. Más bien, cabría expresar al cielo el agradecimiento del país por haber alcanzado la modernidad que se identificaría con el surgimiento de una República democrática: “Bendito seas de Dios, tú (joven soldado, NTC) ha llegado a los tiempos modernos. Llegó a una República independiente y libre, en continuo perfeccionamiento, por la vía democrática”[VI]. Si hoy no se debe celebrar el 40 aniversario, sin embargo, vale la pena reiterar valores permanentes y sagrados para la Institución: “Reverencia, en esta fecha, disciplina y orden”.
Ciertamente, no todos los militares aceptan la ruptura con una tradición que se había establecido durante los últimos 40 años. Muchos todavía no están de acuerdo con que esta fecha, que representaría un momento decisivo para nuestra nacionalidad, ya no sea exaltada. Así, en la página oficial del Ejército Brasileño, dos oficiales defienden opiniones que contradicen la alocución serena del Comandante. Volviendo al espíritu y espíritu imperante en años anteriores, aquí las armas no se enredan: las palabras de los oficiales son ardientes, duras y amenazantes. Frente a quienes pretenden menoscabar el fin supremo de la intervención militar –“el restablecimiento de la democracia plena en el país”–, también consideran imperativo resaltar la importancia del “Movimiento Revolucionario del 31 de marzo de 1964”[Vii].
Puede observarse que la opinión de los oficiales también fue refrendada -a veces, de manera menos contundente o maniqueísta- por otros militares y civiles, en artículos, testimonios y cartas de lectores, publicados en diarios de circulación nacional y regional.
Está más allá de los propósitos inmediatos de este texto realizar una evaluación profunda de los cambios/permanencias ideológicas en el pensamiento de los líderes de la actual burocracia militar brasileña. ¿Hasta qué punto habría en ellos hoy un fuerte y consolidado compromiso con los valores democráticos? ¿O predominaría en ellas una resistencia latente a aceptar iniciativas políticas de las clases populares que cuestionan las limitadas y restringidas instituciones vigentes en la democracia liberal representativa? Ciertamente, estas son preguntas que aún hoy son difíciles de recibir respuestas concluyentes.
Teniendo en cuenta el problema histórico y particular que aquí abordamos, también surgiría una pregunta: ¿las élites militares brasileñas se habrían convencido de que la dictadura militar fue una experiencia que no debería repetirse más en nuestra historia política y social? El equilibrio y la moderación expresados en el Orden del día del Comandante del Ejército serían los sentimientos y convicciones dominantes dentro de nuestras Fuerzas Armadas?
Si bien el mensaje aclara que el “movimiento 31 de marzo” es una “página pasada” en nuestra historia –al punto de no haber sido conmemorado oficialmente– sería una conclusión precipitada, temeraria y desproporcionada creer que toda la Corporación Militar hoy niega la “Revolución de 1964”. Esta eventual autocrítica sólo ocurriría como resultado de una eventual radicalización de la democracia política en el país.
Hasta que llegue ese día, uno no puede, sin embargo, dejar de reconocer que el pensamiento progresista y democrático en Brasil logró imponer una derrota a los “ganadores” de abril de 1964. En términos de ideas, los golpistas fueron derrotados.
Un ejemplo de esta derrota a nivel ideológico quizás pueda resumirse resolviendo una cuestión simbólica: Golpe ou Revolución? Con motivo del 40° aniversario, el conjunto de la gran prensa brasileña – que en su gran mayoría apoyó el derrocamiento de Goulart y tuvo un comportamiento ambiguo y complaciente frente a la dictadura militar – no dejó de utilizar la noción adecuada para designar abril de 1964: golpe de Estado ou golpe politico-militar[Viii]. Así, la prestigiosa designación de “Revolución de 1964”, acuñada por los protagonistas del régimen militar, va terminando paulatinamente su (deshonrosa) carrera ideológica[Ex].
Por otra parte, en la literatura política e historiográfica sobre 1964, sólo destacan como obras relevantes desde el punto de vista científico e intelectual aquellas que tienen un claro e ineludible sentido crítico. A diferencia de los textos apologéticos o conmemorativos, sólo han tenido éxito editorial las obras (libros y revistas) que cuestionan abiertamente el golpe político-militar y la dictadura militar. En el aún restringido mercado editorial brasileño, son las obras de orientación crítica o progresista las que han alcanzado un público más significativo.
Así, poco tiempo después del golpe, fueron los libros y revistas de la editorial Civilização Brasileira –gracias a la audacia y coraje intelectual de Ênio Silveira– los que lograron reediciones y éxito de ventas, no los folletos y libros financiados mayoritariamente por empresarios y la Embajada de América del Norte. Recordemos, por ejemplo, la experiencia victoriosa del Revista de la Civilización Brasileña y la enorme repercusión editorial de El acto y el hecho, por C. Heitor Cony (reimpresa recientemente). Posteriormente, están, entre otros, los libros de Moniz Bandeira (El gobierno de Joao Goulart. Luchas sociales en Brasil 1961-1964), de René Dreifuss (1964: Conquista del Estado), de Jacob Gorender (combate en la oscuridad), de la Arquidiócesis de São Paulo (Brasil: nunca más) y las obras de Elio Gaspari (cuatro libros publicados que tienen la palabra dictadura en el título) que contribuyen a moldear y construir la cultura política brasileña alrededor de 1964[X].
Por otro lado, los relatos legitimadores y racionalizadores de las acciones de militares y civiles en 1964 no son obras exitosas desde el punto de vista intelectual y editorial. Entre ellos se encuentran los libros de gen. Meira Mattos (Castelo Branco y la Revolución), de gen. Papa de Figueiredo (La revolución de 1964), de Jayme Portella (La revolución y el gobierno de Costa e Silva), del exministro Armando Falcão (Todo para declarar), los artículos frecuentes por cel. Jarbas Passarinho, etc. Sólo los estudiosos, por sus objetos de investigación, tienen algún interés documental en estos trabajos.
Esta evidente derrota a nivel ideológico[Xi] sigue siendo deplorado por la élite militar brasileña. Algunos militares han utilizado la expresión “traición” para expresar sus sentimientos de frustración por la “injusticia” que habrían sufrido; después de todo, creen, las Fuerzas Armadas habrían sido convocadas por “civiles” para intervenir en el proceso político, pero, a pesar de su osadía y sacrificio, ahora se les llama “jefes de golpe”…
Esta derrota en términos de ideas ha sido invariablemente atribuida a la presencia de izquierdistas en la dirección y control de los medios y editoriales del país.[Xii]. En el artículo del cel. Pajarito, son los “cínicos”, los “tartufos” y los “fakes” los que reescriben la Historia a su manera; en el testimonio del periodista Ruy de Mesquita, destacado exconspirador, tenemos una peculiar explicación sobre esta derrota: “Se dice que la historia la escriben siempre los vencedores. La historia del golpe de 64 la escribieron los vencidos”.
Sin embargo, en el texto de los citados funcionarios, que defienden toda la vigencia de la celebración del 40 aniversario, esta derrota sería sólo circunstancial.
“El verdadero juicio de la Revolución lo hará la generación del Siglo XXI, sin compromisos con la emotividad propia de los perdedores, que buscan venganza hoy. La versión de la historia que ha construido la izquierda, a partir de referencias ideológicas inconsistentes y mediante el uso de categorías sociomarxistas, será ciertamente descalificada. Todos los que, de manera imparcial, analicen el período que abarcaron los gobiernos de la Revolución, comprobarán que aquella fue una época de avances acelerados y logros concretos, en todos los campos del poder (…) La historia hará justicia”[Xiii].
En esta formulación, pues, se ha perdido una batalla, no la guerra por la "verdad". El día que la razón se imponga en la historia, la “Revolución del 1964”, dicen estos militares, será reconocida como un momento decisivo en la construcción de la nacionalidad.
Desde una perspectiva crítica y democrática, sólo se puede esperar que, en un futuro cercano, los sectores que están convencidos de que el golpe de Estado debe ser desterrado de la cultura y la práctica militar se vuelvan dominantes, dentro de las Fuerzas Armadas brasileñas. Sólo así, abril de 1964 llegará a ser visto, por la corporación militar en su conjunto, como una página definitivamente vuelta en nuestra historia política.
Revisionismo y repliegue ideológico de los sectores progresistas
Alrededor de los 40 años, también se manifestaron ex militantes políticos, escritores, periodistas, artistas, sindicalistas, etc. –en el ámbito de la izquierda–. Si bien la mayoría de estas intervenciones reiteraron el análisis crítico que responsabilizó a sectores “duros” de las Fuerzas Armadas y sectores conservadores y liberales de la llamada sociedad civil por el golpe de 1964, algunos académicos defendieron tesis revisionistas sobre los hechos de abril. Expresadas en artículos, entrevistas y debates académicos, estas formulaciones fueron bien recibidas por sectores conservadores. Sintomáticamente, contribuyeron a llevar “agua al molino” de los ideólogos que aún justifican el movimiento político-militar de 1964.
A juicio de estos académicos, en el contexto de 1964, todos los agentes relevantes del proceso político estaban comprometidos con la golpe: los militares, sectores de derecha, izquierda y Goulart -por “no morirse de amor a la democracia”- estaban dispuestos a dar un golpe de Estado.
En entrevista, el historiador Marco Villa afirmó que existe una identidad política entre estos agentes: lo que une “a ambos lados es que todos quieren llegar al poder a través de (sic) golpe, sea militar, sea Brizola y hasta Jango (...) tanto que vino el golpe”[Xiv]. En un artículo, el autor opinó que la democracia anterior al 64 tenía muchos enemigos, siendo “atacada por todos lados”; “viviendo en las rocas”, terminó siendo destruido[Xv].
Para Villa, lo que debe destacarse en el contexto de 1964 fue la acción destructiva de diversas fuerzas, poco comprometidas con los “valores democráticos”; es decir, sería relevante destacar la falta de una cultura política democrática en la sociedad brasileña. Desde esta perspectiva analítica, no sería adecuado, por tanto, privilegiar el hecho de que agentes políticos, muy concretos y definidos, no dudaron en poner soldados y tanques en las calles para reprimir la democracia política vigente en el país.
Sin molestarse en distinguir las motivaciones y acciones específicas de cada uno de los agentes políticos -ni en evaluar los recursos materiales y simbólicos de que disponían-, el autor nos impone la conclusión de que todos (militares, derecha civil, sectores de izquierda y derecha) Goulart) estaban en igualdad de condiciones y absolutamente nivelados en términos de responsabilidad por la destrucción de la democracia instituida por la Carta de 1946.
Así, para el académico, las experiencias efectivas de la derecha brasileña (responsable de tentativas y golpes efectivos en 1950, 1954, 1955, 1960, durante el gobierno de JK y en 1961) no la pusieron en “ventaja” en términos de conspiración. contra la democracia. Haciendo tabula rasa de esta arraigada tradición golpista, Villa pone a todos los agentes políticos en idéntica situación. Para el historiador, en la época anterior al 64, todas las fuerzas políticas eran idénticas en cuanto a golpe de Estado.
Otro académico, Jorge Ferreira, al analizar el contexto que precedió al golpe, entiende que, en la época de Goulart, hubo un reducido compromiso de la izquierda brasileña con la cuestión democrática. Defendiendo “a cualquier precio” la realización de reformas sociales y económicas, la izquierda incluso estuvo dispuesta a adoptar soluciones no democráticas para que los cambios en la sociedad surtieran efecto. Derecha e izquierda, por lo tanto, eran equivalentes en términos de antidemocratismo. En palabras del autor:
“La cuestión central fue la toma del poder y la imposición de proyectos. Los partidarios de la derecha tratarían de impedir los cambios económicos y sociales, sin preocuparse por respetar las instituciones democráticas. Los grupos de izquierda exigían reformas, pero también sin valorar la democracia (…) La primera siempre estuvo dispuesta a romper con la legalidad, usándola para defender sus intereses económicos y privilegios sociales. La segunda (la izquierda, CNT), a su vez, luchó por las reformas a toda costa, incluido el sacrificio de la democracia”[Xvi].
Ferreira no utiliza el término golpe –como hacen Villa y Konder (como se verá más adelante)– para identificar las posiciones “no democráticas” de las izquierdas anteriores al 64. Esta prudencia terminológica, sin embargo, no le impide afirmar que: “(…) desde una posición defensiva y legalista en 1961, la izquierda adoptó una estrategia ofensiva y de ruptura institucional”. La palabra no se escribe, pero la idea de golpe domina la escena con el agravante de que fue la izquierda en general la que actuó para quebrantar la legalidad institucional. En la valoración del autor, la izquierda estuvo representada por la acción “revolucionaria” de Brizola y por “dirigentes sindicales, campesinos, estudiantiles, subalternos de las Fuerzas Armadas, grupos marxista-leninistas, políticos nacionalistas”[Xvii].
Por su parte, Leandro Konder, en un artículo reciente, opinó que “el golpe de Estado, arraigado en las costumbres y la cultura política de la sociedad brasileña, también se manifestó en el campo de la izquierda”. Sostuvo, por ejemplo, que la golpe desde la izquierda se expresó el apoyo de Luis Carlos Prestes (secretario general del PCB) a la propuesta de reforma de la Carta de 1946 con miras a la reelección de Goulart. El autor no dudó en escribir: “(…) dadas las circunstancias (plazos reducidos, falta de consenso), la propuesta fue ciertamente un golpe de Estado”[Xviii]Para sorpresa del lector -ya que no hay argumento para la conclusión seria- Konder afirmó: “Así, la reacción contra el golpe de Estado de la izquierda resultó en un golpe de Estado de la derecha”.
En términos de revisión historiográfica -hay que reconocerlo- esta frase va más allá en cuanto a culpabilizar a la izquierda (o al “campo de la izquierda”, como prefiere Konder) del golpe de 1964[Xix].
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¿Qué evidencia presentan estos autores para corroborar sus tesis? Como veremos, además de la falta de evidencia empírica o fáctica, las interpretaciones que ofrecen son teóricamente frágiles. En rigor, se trata de ideas falaces que llegan a tener significados políticos e ideológicos claros y precisos en el debate historiográfico; estrictamente hablando, respaldan una visión conservadora y reaccionaria del golpe de 1964.
Echemos un vistazo más de cerca a las tesis y “argumentos” de los autores antes mencionados.
En pre-64, proclaman, “todos eran estafadores”: la derecha civil y los militares – porque, después de todo, estas fueron las “victorias” en 1964; pero también eran estafadores los “perdedores” – Goulart y sectores de izquierda.
Ciertamente es posible especular que, en algún momento –ante la férrea oposición del Congreso e importantes sectores de la sociedad civil–, el Presidente de la República habría considerado la idea de un golpe de Estado.[Xx]. De tener éxito, las reformas sociales y económicas se impondrían y llevarían a cabo por decreto, con el Congreso cerrado o totalmente tutelado. En su momento, esto fue lo que la derecha pregonó en la prensa, haciendo una clara analogía con el golpe de estado que, en 1937, instituyó la nuevo estado. Para los sectores reaccionarios, Goulart no hizo más que ser fiel al “caudilho” Vargas.
Sin embargo, después de 40 años, ni siquiera un simulacro de Plan Cohen fue descubierto (o forjado) por la dura represión que cayó sobre los “subversivos”. Militares progresistas y democráticos (algunos de ellos vinculados al cacareado “dispositivo militar”) de Jango, cuadros civiles vinculados directamente a la Presidencia de la República, sectores de izquierda, entidades (CGT, UNE, ISEB, etc.) tuvieron sus archivos incautados ; frecuentes investigaciones políticas militares (MPI) examinaron las actividades de los líderes y organizaciones políticas nacionalistas y de izquierda. Sin embargo, la inteligencia represiva no descubrió ningún documento (incluso en forma de un simple boceto o borrador) que revelara los supuestos planes de golpe o de continuación de Goulart. Ni siquiera los servicios de seguridad norteamericanos (CIA, Departamento de Estado) -que colaboraron intensamente con las autoridades brasileñas- presentaron, después de 40 años, prueba alguna de la trama golpista decantada por Goulart.[xxi].
El “dispositivo militar” de Goulart -ensalzado en verso y prosa- resultó un fiasco en el momento exacto en que se le exigía una acción eficaz en defensa del orden constitucional. ¿Pudo entonces Goulart planear un golpe de Estado con fuerzas de probada incompetencia e ineptitud? Por otro lado, ¿cómo interpretar la abulia total del presidente que no ofreció resistencia a los militares sediciosos que venían de Minas, aún sabiendo que, en ese primer momento, no contaban con el pleno apoyo de los altos funcionarios? Prefirió la capitulación del exilio, con el pretexto de no querer presenciar una guerra civil entre su pueblo. ¿Un político de tal perfil psicológico y vacilación política, días antes, podría estar involucrado en la articulación de un golpe de Estado?
Pero, además de Goulart, algunos sectores de izquierda también estarían planeando un golpe de Estado. Para algunos de los autores citados, Brizola, líder nacional de los infames Grupos dos Onze, también conspiró contra la democracia.
¿Cuáles son entonces las pruebas? Aquí están: los largos discursos de Brizola transmitidos por Rádio Mayrink Veiga, en Río de Janeiro, y sus artículos en el diario Folleto. En ellas, el diputado federal se pronunció en defensa de las reformas, arremetió contra los reaccionarios de la UDN y el PSD y alentó la organización de los Grupos de los Once[xxii]. "Prueba" también golpe habría sido el feroz discurso de Brizola en el mitin del 13 de marzo cuando pidió la "derogación del Congreso" y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente; con una composición mayoritariamente popular, el nuevo Congreso tendría que redactar una nueva Carta que permitiera reformas de fondo en profundidad.
Para el historiador Jorge Ferreira, el liderazgo de Brizola resumió la visión y las acciones no democráticas del grupo de izquierda anterior al 64. “Si él era radical, sectario, intolerante, hacía predicaciones revolucionarias y defendía la ruptura institucional, era porque la izquierda era igualmente radical, sectaria, intolerante, predicaba la revolución (sic) y abogó por la ruptura institucional”[xxiii].
Las Ligas Campesinas también forman parte del supuesto guión estafador Al fin y al cabo, los campesinos en sus marchas, manifestaciones callejeras, mítines, mítines, en el pleno del Congreso Nacional, así como en sus panfletos y pancartas, no esgrimieron consignas amenazantes como “¡Reforma agraria, por la ley o por la fuerza!”? Sabemos que después de la ocupación de las tierras improductivas, los periódicos y revistas de la época alardeaban en sus titulares de que se estaba gestando una “guerra campesina” en el NE de Brasil.[xxiv].
El mismo guión golpista también menciona las numerosas manifestaciones de insubordinación de cabos, sargentos y marinos cuyos líderes radicalizaron sus discursos en defensa de las reformas e impugnaron a sus comandantes a quienes invariablemente llamaron gorilas[xxv].
¿Necesito recordarles que los Grupos de los Once estaban débilmente organizados, eran pequeños y carecían de potencia de fuego? ¿No sería inútil recordar que esta incipiente organización era minoritaria dentro del grupo de izquierdas, además de su escasa representación política en el período anterior al 64? Al igual que los Grupos dos Onze, las Ligas Campesinas estaban dotadas de personal precario y recursos financieros limitados para sus actividades y movilizaciones políticas.[xxvi].
Como lo demostró ampliamente el golpe de 1964, ni las Ligas ni los Grupos de los Once fueron capaces de disparar un solo cohete contra los sediciosos. Por otro lado, las ardientes amenazas de Julião y la “predica revolucionaria” de Brizola resultaron, en la práctica, verdaderas bravatas o meros “pirotecnia”, sin ninguna eficacia en términos de regimentación y organización política de los sectores populares.
Sin embargo, es el PCB el que recibe, de manera concentrada, las críticas al golpe desde la izquierda. En dos ocasiones, en vísperas del golpe, el secretario general del PCB, Luis Carlos Prestes, habría manifestado que las fuerzas de derecha tendrían la cabezas cortadas, por si se atrevían a dar el golpe... También se recuerda que, en un programa de televisión en São Paulo, a principios de 1964, Prestes habría apoyado la propuesta de una Asamblea Constituyente, a ser convocada antes de las elecciones presidenciales previstas para 1965 .
Acerca de cabezas cortadas, hay que reconocer que la expresión se usó de forma clara defensivista. Desde fines de 1963, el golpe estuvo en los titulares de los periódicos y en todas las conversaciones políticas. La derecha no sólo convocó al golpe (en la radio, en la TV, en los diarios de amplia circulación) sino que también actuó de forma truculenta, impidiendo manifestaciones y coaccionando públicamente a los líderes nacionalistas e izquierdistas. Ante una amenaza de golpe inminente, era comprensible que un líder político la repudiara en su discurso. Sin embargo, la metáfora de Prestes, formulada en un contexto político de emociones exaltadas y acaloradas, resultó inapropiada y exagerada. Así, como Brizola y Julião, el líder comunista, en el calor del momento, también produjo su bravuconería política.
En cuanto al segundo punto, no se puede dejar de estar de acuerdo con la historiadora Marly Vianna cuando pondera, en el artículo antes mencionado, que "la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que implicó una movilización política nacional muy amplia y elecciones más generales, pudo verse como un error en ese momento, pero es imposible identificar en ello un golpe de Estado”.
Un golpe de Estado se impone con palabras, pero no sólo con ellas. A menudo, también se requieren tropas callejeras y armas pesadas de combate para que las acciones de golpe tengan éxito. También podemos agregar: recursos financieros, amplia contrapropaganda mediática, apoyo político internacional, etc. también pueden ser decisivas para el derrocamiento de los regímenes constitucionales.
Aparte de las palabras, ¿qué otros recursos, no solo simbólicos, sino materiales, frenaron a la izquierda? ¿No sería el caso observar que, en cierta medida, los errores y fracasos de las izquierdas residieron precisamente en el exceso de palabras y en los abusos retóricos de los discursos de sus líderes?
Las críticas a Prestes y al PCB cuestionan también la defensa de la propuesta de reforma constitucional que pretende establecer el derecho a la reelección del Presidente de la República.
En plena vigencia de un período presidencial, la enmienda constitucional propuesta ciertamente tuvo una dimensión caso por caso. Se creía que, reelegido, Goulart tendría más posibilidades de aprobar las reformas de base impugnadas y bloqueadas en el Congreso por el bloque conservador. Pero aquí también se hizo evidente la inconveniencia política de la iniciativa.[xxvii]Contó con la condena frontal de la mayoría de los partidos políticos y de importantes líderes nacionales postulantes a la sucesión presidencial de 1965 –entre ellos, Juscelino Kubitschek, Miguel Arraes y Carlos Lacerda.
Sin embargo, sería razonable llamar estafador una propuesta que – para ser aprobada por el Congreso Nacional[xxviii] – exigió quórum ¿calificado? Antes de ir al plenario, el proyecto de reforma constitucional debería pasar por un largo trámite parlamentario mientras es intensamente debatido (y ciertamente impugnado) por la llamada sociedad civil. Nuevamente, surgiría la pregunta: ¿las instituciones son golpeadas cuando una propuesta política, aunque sea irrazonable e inoportuna, se formula en el debate político?
También cabe aclarar que los comunistas, en un documento oficial del PCB difundido la víspera del golpe, no apoyaron la tesis de la enmienda para la reelección del Presidente de la República. En las “Tesis para Discusión”, que debían definir y orientar la línea política del partido en los meses siguientes, no se dedicó ninguna línea al tema. Si Prestes apoyó la tesis de la enmienda reeleccionista, hay que dejar constancia de que, oficialmente, el PCB no avaló la polémica propuesta[xxix].
Los verdaderos estafadores y sus razones
Contrariamente a las interpretaciones anteriores, es posible argumentar que el Golpe de Estado de 1964 fue la culminación de iniciativas de sectores políticos y militares que, desde 1950[xxx], se opusieron sistemáticamente a la consolidación y expansión de la democracia política en Brasil; en el corto período del mandato presidencial de Goulart, estos sectores comenzaron a cuestionar radicalmente la realización de las llamadas reformas y medidas de base que afectaban al capital extranjero. A juicio de los golpistas, la creciente movilización política y el avance de la conciencia ideológica de los sectores populares y de los trabajadores, que se acentuó en la coyuntura, podría implicar el cuestionamiento del sistema político y del sistema económico y social. orden social que, en rigor, debe permanecer bajo el estricto control y dominio de las clases poseedoras y propietarias[xxxi].
El golpe de Estado no fue un rayo del cielo… A lo largo de décadas, fue tramado por fuerzas liberales y conservadoras (los llamados “bomberos de cuartel”) y sectores “duros” de las Fuerzas Armadas. Entre otros factores y motivaciones, estas fuerzas se identificaron por el carácter antipopular de sus convicciones (contrario a una democracia con mayor y activa participación popular), por el antirreformismo social, por la aceptación incontestable de la supremacía económica, militar e ideológica del imperialismo norteamericano, por el anticomunismo radical, etc.
No se puede discutir que los sectores nacionalistas y de izquierda – PCB/Prestes, Brizola/Grupo dos Onze, Ligas Campesinas, CGT, Frente Parlamentario Nacionalista, Movimiento de cabos y subalternos de las Fuerzas Armadas, UNE, etc. . – y el Presidente de la República, João Goulart[xxxii], son en parte responsables del agravamiento y radicalización del proceso político que culminó con el golpe de Estado.
En un momento de extrema polarización en el escenario político, en el que la derecha defendía abiertamente el derrocamiento del gobierno constitucional, los grupos de izquierda eran incapaces de construir acuerdos políticos y alianzas sociales con golpistas progresistas y no golpistas. El intento casi in extremis La decisión de Goulart, a principios de 1964, de formar el llamado Frente Ampla (encabezado por el ministro progresista San Thiago Dantas) fue socavada por radicalismos de todos los flancos y matices. La llamada “política de conciliación” fue fuertemente condenada por la izquierda, desgastando y debilitando aún más al gobierno, repudiado con hostilidad por las fuerzas conservadoras y reaccionarias.
Acostumbrados y acomodándose en las antecámaras del poder, los líderes de izquierda fueron ineficaces para organizar y preparar a los sectores populares y obreros en la lucha de resistencia al golpe que, desde finales de 1963, se asomaba en el horizonte. Abusando de la retórica revolucionaria y consignas radicales, estos líderes, por el contrario, contribuyeron a movilizar y unificar la derecha civil y militar. La facilidad que encontraron los golpistas para deponer a Goulart -sorprendiendo a civiles y militares brasileños y a las agencias de inteligencia del gobierno estadounidense- reveló de manera meridiana la fragilidad política de la izquierda. Hasta cierto punto, el izquierdismo jugó un papel importante en la contundente y desmoralizadora derrota de los sectores progresistas. Pero, desde un punto de vista teórico y político, es inaceptable confundir izquierdismo con golpe.
Entiendo que también es abusivo e inaceptable que se nivelen responsabilidades políticas por el golpe de 1964. estafadores - basado únicamente en las palabras estridentes y los discursos elocuentes de estos líderes, no contribuye en nada al conocimiento de este período complejo y convulso de la historia social y política brasileña.
Como mostramos anteriormente, los autores citados acaban convergiendo con la tesis de Leandro Konder, para quien "la reacción contra el golpe de Estado de la izquierda resultó en un golpe de la derecha”. contraataque. Es decir, para evitar el “golpe de Estado” que estaba organizando la izquierda (o Goulart), los militares – compelidos por la “sociedad civil” – contrarrestaron, defensivamente, en defensa de la democracia amenazada.[xxxiii].
La historiografía crítica y la ciencia política en Brasil han documentado consistentemente la acción política e ideológica de sectores civiles y “duros” de las Fuerzas Armadas –apoyados por los servicios de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos– en la planificación y realización del golpe de Estado de 1964.
Sin embargo, nuestros “revisionistas”, sin el apoyo de fuentes documentales, solo especulan y dan rienda suelta a la imaginación. Interpretan las bravatas frecuentes, esgrimidas por los líderes de izquierda, como contraseñas inequívocas que anuncian el asalto final al poder. Detrás de las banderas rojas de los trabajadores, las guadañas que esgrimen las Ligas Campesinas, los discursos incendiarios de los cabos y marineros, y también detrás de las canciones, obras de teatro y películas “radicales” que exhiben las caravanas estudiantiles de la UNE y los artistas comprometidos, hay incuestionables prejuicios. -Actos insurreccionales.
Como en el relato mítico, confundieron la nube con Juno. Pero estas especulaciones no son inocentes.
la declaración de golpe desde la izquierda tiene efectos ideológicos precisos; de inmediato, ayuda a reforzar las versiones difundidas por los apologistas del golpe político-militar de 1964. Más que eso: contribuye a legitimar la acción golpista victoriosa o, en el mejor de los casos, atenúa las responsabilidades de los militares y de la derecha civil por la supresión de la democracia política en 1964. La derecha golpista no podía más que aplaudir esta “revisión” historiográfica propuesta por algunos intelectuales progresistas y de izquierda.
Si bien todavía es auspicioso percibir signos de autocrítica provenientes de las Fuerzas Armadas, irónicamente, la tesis propagada de golpe de la izquierda camina en sentido (exactamente) opuesto: contribuye a alimentar las falacias reaccionarias. Mientras sectores castrenses, con motivo del 40 aniversario del golpe, retroceden y reconocen la derrota ideológica que sufrieron, autores progresistas ceden terreno al reintroducir, por la puerta de atrás, tesis y sentidos que forjaron sectores conservadores para justificar el golpe y los militares. régimen
Que los ideólogos de la derecha civil y militar reiteren falacias y mistificaciones es comprensible. Es inaceptable que los intelectuales progresistas o de izquierda respalden falsificaciones obvias de la historia.[xxxiv].
Como enseña un crítico implacable de las ideologías, estos intérpretes, tal vez, “no saben, pero saben”.
¿Democracia y/o Reformas?
Para algunos de estos estudiosos, la “radicalización” de las demandas sociales y económicas –sintetizadas en la lucha por reformas basicas (agrario, bancario, fiscal, universitario, etc.), en la nacionalización de empresas de servicios públicos, en el control de capitales extranjeros (inversiones, remesas de utilidades), etc., terminaron comprometiendo la democracia política vigente en el país. Si los movimientos sociales, encabezados por la izquierda, fueran menos maximalistas y aceptar mas reformas moderados – que, para estos autores, seguramente sería aprobado por los sectores no reaccionarios del Congreso[xxxv] –, la derecha no habría perpetrado el golpe. La sociedad brasileña, concluyen, se habría librado de la amarga experiencia de la dictadura militar.
Investigadores que publicaron textos decisivos sobre la coyuntura de 1964, entre ellos R. Dreifuss, Moniz Bandeira, Werneck Sodré, J. Gorender y otros, demostraron que la hipótesis no se sostiene debido al repudio de la gran burguesía nacional y del empresariado multinacional, de sectores de las Fuerzas Armadas y del gobierno estadounidense (dispuestos a evitar a toda costa una “nueva y grandiosa Cuba debajo del Ecuador”) a intentos de reforma, “caos económico” y creciente movilización social durante el gobierno de Goulart. La oposición más vigorosa trascendió el Congreso, ocurriendo dentro de la llamada sociedad civil brasileña. Como constituía sólo uno de los ámbitos en los que se desarrollaba la lucha política e ideológica en el período, ¿no sería el Congreso -donde se suponía que se podían acordar reformas "moderadas"- el que daría el golpe, en marcha desde 1961? , inviable contra el “gobierno reformista” de Goulart.
Un segundo comentario tiene que ver con la cuestión de la relación entre democracia y reformas implícita en las posiciones de estos estudiosos. Para algunos de ellos, las demandas de reformas sociales y económicas seguían siendo legítimas; sin embargo, a su entender, los cambios deben estar condicionados a la preservación de las instituciones democráticas. Deben postularse reformas, pero no aquellas que, por su carácter radical, puedan amenazar el orden democrático establecido. Desde esta perspectiva, las luchas sociales, que son siempre luchas de clases, no deben agudizarse si queremos mantener la democracia política. Como se vio anteriormente, para estos autores, la no moderación o maximalismo en la lucha por las reformas desembocó en el golpe militar[xxxvi].
La posición teórico-política de estos autores implica entonces concebir, de manera reticente y moderada, la lucha por reformas sustantivas en el orden capitalista. En consecuencia, la posibilidad de construir una democracia que -mediante una amplia participación política de los trabajadores y los sectores populares- esté alejada del horizonte político y estratégico de estos estudiosos, conducirá a conquistas sociales significativas para las clases dominadas.
En mi interpretación, no serán reformas moderados que permitirá trascender las dimensiones formalistas que caracterizan, en profundidad, a los regímenes democráticos en el capitalismo dependiente y periférico. Históricamente, sabemos que son las incesantes luchas políticas de las capas obreras y populares las que pueden producir importantes beneficios materiales y culturales para las clases dominadas. Así, cuestionar las reformas “radicales” en nombre de la preservación de las “instituciones democráticas” implica objetivamente justificar la democracias realmente existentes; en una palabra, significa legitimar democracias liberales excluyentes en las que las libertades y los derechos políticos han reducido su eficacia en términos de mitigar las profundas desigualdades sociales y las diferentes opresiones extraeconómicas (de género, raza, sexual, etc.) existentes en la sociedad. A diferencia de la llamada “izquierda democrática”, los socialistas no dejan de reconocer el valor de las instituciones representativas de carácter liberal, pero se niegan a identificar la lucha por la democracia –que, en su límite, implicaría “poder del pueblo” – con la defensa de la democracia liberal.
Por otro lado, parece que los presupuestos teórico-políticos de estos revisionistas los llevan a concebir la relación entre reformas y democracia de manera disyuntiva. Niegan, por tanto, que pueda existir una relación de complementariedad/reciprocidad entre democracia política y cambios sociales y económicos. Es decir, la democracia política amplia y de masas es una condición importante para reformas profundas de las estructuras sociales, mientras que las instituciones democráticas sólo adquieren cierta consistencia cuando se implementan cambios sociales y económicos relevantes para las clases dominadas.
Es en esta dirección que actúan los socialistas. Ni niegan ni subestiman la importancia de las instituciones representativas aun conociendo sus límites en el orden capitalista. Los socialistas se esfuerzan por ampliar estas instituciones y luchan para que las libertades políticas no tengan, para el conjunto de las clases explotadas, un valor abstracto o meramente formal. Más que eso: los socialistas afirman que la expansión de las libertades políticas y los derechos sociales es un recurso indispensable en la lucha por la hegemonía y en la lucha por la superación del Estado y la sociedad capitalistas.
Sin embargo, si admitimos los presupuestos teóricos y políticos de la llamada “izquierda democrática”, no nos reintroducimos en la clásica cuestión del socialismo: Reforma ou Revolución; si, volvemos al dilema Reformas ou Democracia. En mi interpretación, con sus formulaciones, estos académicos retroceden ideológicamente en la medida en que sus formulaciones encajan dentro de los marcos y límites de la política liberal-democrática. Además de no probar la tesis del golpe, imputan una cultura política no democrática a la izquierda porque son críticos con la democracia liberal.
En la coyuntura de 1964, las izquierdas estaban derrotadas políticamente; sin complacencia, sus errores y conceptos erróneos deben ser señalados y cuestionados. Sin embargo, contrariamente al juicio de estos revisionistas, no deben ser censurados por la decisiva influencia que tuvieron en los movimientos sociales obreros (obreros y campesinos), subalternos de las Fuerzas Armadas, estudiantes, intelectuales, artistas, etc. En aquellos años que precedieron a la dictadura militar, como recordó un ensayista, el país comenzó a tornarse “irreconociblemente inteligente” debido al intenso debate de ideas, la confrontación de diferentes proyectos político-ideológicos y la participación de nuevos protagonistas en la vida política y cultural. .[xxxvii]. En la época de Goulart, sectores de la izquierda contribuyeron a un innegable avance e intensificación de las luchas sociales en Brasil, constituyendo la coyuntura de 1964 en un momento único en toda nuestra historia republicana.
En resumen y para concluir, se puede decir que estas luchas tenían como objetivo ampliar la democracia política y llevar a cabo reformas profundas del orden capitalista en Brasil.[xxxviii]. Como apuntaba el crítico anterior, se trataba de una “prerrevolución desarmada” aunque, añadimos, la palabra Revolución también fue exaltada (y deseada) en discursos y en versos generosos.
Las razones de la caída de la izquierda – en cuanto a sus objetivos políticos y estratégicos – deben ser discutidas y profundizadas. Desde una perspectiva crítica, siempre es posible aprender de los errores cometidos. Pero, en mi lectura, no se debe criticar a la izquierda por el innegable mérito que tuvo: al contrario de lo que sucede hoy con los partidos y sectores intelectuales progresistas, en la lucha ideológica de la pre-64, sectores activos de la izquierda no fueron cautivos de el discurso de la democracia liberal[xxxix].
* Cayo Navarro de Toledo es profesor jubilado de la Unicamp y miembro del comité editorial del sitio web marxismo21. Es el organizador, entre otros libros, de 1964: Miradas críticas al golpe (Unicamp).
Artículo publicado originalmente en la revista Crítica marxista, No. 19, 2004.
Notas
[i] Hace diez años, los debates en torno a los “30 años del golpe” eran escasos. Por sus resultados, objetivados en libros, se pueden mencionar dos eventos: uno realizado en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) – siete mesas redondas, exposición iconográfica, actividades artísticas; el segundo, realizado en la ciudad de Rio de Janeiro.En 1997, la Editora da Unicamp publicó el libro CN de Toledo (Org.), 1964: visiones críticas del golpe. Democracia y reformas en el populismo que reunió los principales trabajos presentados durante los cinco días del evento. En 1995 se publica Eduardo Raposo (Org.), 1964 – 30 años después, Editora Agir, RJ, colección de textos discutidos en el Seminario realizado a fines de marzo de 1994, en la PUC-RJ y en el Cine Clube Estação Botafogo.
[ii] Por constituir un amplio balance y evaluación de los estudios sobre el golpe de 1964, el libro del historiador Carlos Fico, Además del golpe. Versiones y controversias sobre 1964 y la dictadura militar, Río de Janeiro, Ed. Récord, 2004. De manera didáctica, el autor aborda las principales interpretaciones sobre el golpe y el régimen militar. En la última parte de este trabajo, el lector tiene acceso a varios documentos relevantes (discursos, manifiestos, proyectos, leyes, actos institucionales, etc.) para el conocimiento de la historia política brasileña reciente.
[iii] El colega editorial, Armando Boito Jr., me animó a escribir este texto. No hace falta decir que las inexactitudes y malas interpretaciones son de mi entera responsabilidad.
[iv] El sencillo título de El orden del día es31 de marzo", informex, n° 11, 25 de marzo de 2004. En: www.ejercicio.org.br. Como epígrafe, la estrofa del canto del soldado: “Queremos la paz con fervor. La guerra solo nos causa dolor”.
[V] En la misma dirección, el Ministro de Defensa, José Viegas Filho, publicó un artículo el 31 de marzo de 2004. En “Fuerzas Armadas y plenitud democrática” (Folha de S. Pablo, PAG. 3) nunca se menciona la acción victoriosa de abril de 1964. El tema central del texto es la valoración de la democracia; en el mismo espíritu evocado por el Comandante del Ejército, se hace un llamado a la comprensión y entendimiento nacional. En ambos textos, también hay una palabra significativa en común: resentimiento. Se pide -para lograr “un país más justo”- que no sangren “las heridas del pasado”. Dejar de lado los resentimientos, en el texto del Ministro de Defensa, significa, muy concretamente, impedir que se investigue a los muertos y desaparecidos durante la dictadura militar. Esta parece ser la “cláusula de piedra” impuesta por las Fuerzas Armadas que, hasta ahora, el gobierno de Lula da Silva ha aceptado sin cuestionamientos.
[VI] Hace tres años, con motivo del 31 de marzo de 2001, en una nota titulada “La historia que no se borra ni se reescribe”, publicada en el lugar Desde el Ejército, el estilo y la retórica eran diferentes: “A principios de 1964 (...) agitadores infiltrados en las instituciones judiciales hacían un trabajo destructivo de estructuras. Buscaron reemplazar las Fuerzas Armadas con milicias. Propagaron la anarquía. Las virtudes, la autoridad legal y la conciencia nacional vacilan. Se necesitó coraje para defenderlos y preservarlos (…) Victoriosa, la Revolución de 1964 nos aseguró perspectivas más claras de convivencia y tolerancia con límites. Nos envía el mensaje silencioso de que, en cualquier momento, atentos y preparados, estaremos listos para defender la democracia”. Así, 37 años después, durante el segundo mandato de la FHC –cuyo gobierno se jactaba de haber contribuido a la consolidación de la democracia en el país–, la élite militar insistió en reiterar su compromiso con la “defensa de la democracia”. Siempre alerta, las Fuerzas Armadas, si las circunstancias lo requerían, volverían a tomar las armas.
[Vii] “Cada día se hace más claro que, en esa fecha, la nación brasileña escogió el camino correcto en la historia, diciendo definitivamente no a la propuesta sociomarxista, verdadero inspirador y guía de las 'reformas de base' que, en esa ocasión, el Las fuerzas del populismo y el anarcosindicalismo, dominantes en el gobierno de Goulart, pretendían imponerse en el país. Quisieron imponer a la nación, mediante la intimidación al parlamento, la presión de las masas sindicalizadas y la desvinculación de las Fuerzas Armadas, un tipo de Estado que la nación ni pedía ni quería; por el contrario, repudió, es decir, el Estado marxista de la dictadura del proletariado”. “Revolución de 1964”, artículo publicado originalmente en Correo Braziliense del 29/03/2004 Fuente: www.ejercicio.org.br
[Viii] En este sentido, es ejemplar que El Estado de S. Pablo e El Globo –periódicos que mejor representan el conservadurismo civil y que conspiraron abiertamente contra Goulart– abrieron un amplio espacio para las opiniones críticas con el “golpe cívico-militar”.
[Ex] En un momento de lucidez, el ex dictador E. Geisel afirmó: “Lo que pasó en 1964 no fue una Revolución” (apud Elio Gaspari, La dictadura avergonzada, Cia.das Letras, São Paulo, p. 138). Hoy, ante las dificultades para sostener la pertinencia de la noción de “Revolución”, los ideólogos civiles y militares contraatacan. Para ellos, en 1964 hubo un contragolpe o un ataque preventivo. Así lo afirman el militar-escritor Jarbas Passarinho y la militar-política Meira Mattos, respectivamente, en “O contra-golpe de 1964”, El Globo, 30/03/2004 y “31 de marzo de 1964”, Folha de S. Pablo, 31/03/2004. Por su parte, el periodista Ruy Mesquita, de la familia propietaria El Estado de S. Pablo, afirma: (1964, CNT) “en realidad no fue una revolución, fue una contrarrevolución; No fue un golpe, fue un contragolpe”. Cuaderno especial “40 años esta noche”, El Estado de S. Pablo, 31 de marzo de 2004.
[X] En cuanto a la obra de Elio Gaspari, recibida con entusiasmo por los medios brasileños, quizás una de sus mayores virtudes resida en su esclarecimiento inequívoco sobre la práctica sistemática de la tortura a lo largo del régimen militar. La expresion dictadura, en todos sus títulos, contradice así una corriente académica que prefiere la ambigua e imprecisa denominación de “régimen autoritario” para caracterizar a los gobiernos militares. En el libro de Fico, mencionado anteriormente, una observación sobre la dictadura abierta Cabe subrayar: “Prevalece una lectura militarista, reduciendo el golpe a episodios de conspiración y acción militar. También sorprende que no se dialoge con las lecturas que favorecen a otros agentes como los empresarios o el sistema político. La ausencia de revelaciones de Dreifuss es desconcertante”, p. 56, op. cit.
[Xi] Quizás una prueba decisiva de esta derrota esté en el actual comportamiento editorial de la Red Globo de Televisión, el aparato ideológico más eficiente del régimen militar y, aún hoy, el vehículo de comunicación más importante del país. Aunque su periodismo –como el de la gran prensa brasileña en su conjunto– nunca nombra a los expresidentes de dictadores, el período militar ya no es elogiado en sus informes históricos. Destacan las telenovelas y miniseries de Rede. Cuando se trata del período militar, estas producciones son invariablemente críticas con la represión militar. La miniserie “Años Rebeldes”, emitida en 1992, exaltó incluso la acción “heroica” de estudiantes, líderes políticos e intelectuales que, en los llamados “años de plomo”, lucharon por la redemocratización del país. En esa ocasión, el líder del gobierno de Collor, el senador conservador Jorge Bornhausen (PFL), expresó enojado: “Roberto Marinho se acaba de pegar un tiro en el pie”. Fue una metáfora, ya que la Red Globo no dejó de sacar beneficios materiales y simbólicos del gran éxito de audiencia alcanzado por la miniserie. En la ficción literaria, la música y el cine también triunfan las obras críticas con el régimen militar. En cualquier nivel de creación artística o cultural, ¿habría alguna obra de valor comprobado que apoye al régimen militar?
[Xii] Conocidos columnistas que tienen espacio garantizado en la prensa dominante también invierten furiosamente contra la parcelas – de “orientación filocomunista” – supuestamente existente en las redacciones de los semanarios y revistas. Así, aprendemos de ellos que, en Brasil, los medios siguen las normas capitalistas, pero los jefes de redacción y los trabajadores-periodistas son izquierdistas insidiosos, que ponen en peligro la propiedad privada de sus jefes.
[Xiii] En: www.ejercicio.org.br En los textos combativos de estos ideólogos militares, se atribuye al italiano Antonio Gramsci –ya no al “pérfido” Lenin ruso– la responsabilidad intelectual de la creación de categorías sociomarxistas que redundarían en la mistificación de la historia.
[Xiv] Entrevista al periódico Folha de S. Paulo, 13/03/2004.
[Xv] “La Caldera de la Turbulencia”, Folha de S. Pablo, 01 / 04 / 2004, pág. 3
[Xvi] Jorge Ferreira, “El Rally Revisado”, en: Nuestra Historia, año I, n° 5, marzo de 2004, Río de Janeiro, Biblioteca Nacional. El artículo es una síntesis de otro trabajo más extenso, publicado en Jorge Ferreira y Lucília de Almeida Delgado (Eds.). Brasil republicano, el tiempo de la experiencia democrática, 3ra ed. Rio de Janeiro. ed. Civilización brasileña, 2003.
[Xvii] “El gobierno de Goulart y el golpe cívico-militar de 1964”. En: Op. cita, P. 381.
[Xviii] L. Konder, “Vaca en uniforme”. En: Margen izquierdo. estudios marxistas, el 3 de mayo de 2004. En esta nueva acepción del término, golpe surge cuando una propuesta, considerada inadecuada e inoportuna por la “agenda política” oficial, se presenta a debate. Si, de antemano, el consenso dominante (o el sentido común) condena la propuesta, entonces sabemos que no es “democrática”; O mejor dicho, es un "golpe". Así, la propuesta de los “fora Collor”, lanzada inicialmente en el escenario político por una importante minoría, sólo podía calificarse de “golpe de Estado” en la medida en que iba en contra del consenso entonces existente en los medios políticos. Otro académico, coincidiendo con las formulaciones de Konder, sintetizó la revisionismo continúa: “En el contexto que precedió al golpe, los líderes políticos de izquierda y derecha radicalizaron cada vez más su discurso, dando una clara demostración de que tenían poca convicción en la democracia existente en el país. Ambos bandos, de hecho, conspiraron contra la democracia representativa y prepararon un golpe contra sus instituciones: el derecho a impedir el avance y consolidación de reformas; la izquierda para eliminar los obstáculos que se interponían en el camino de este proceso (...) el golpe, la concepción y la práctica ya arraigada en la derecha brasileña se combinaron dramáticamente con la ausencia de una tradición democrática en la izquierda, lo que llevó a una confrontación que ser fatal para la democracia”. Alberto Aggio, en: Aggio, A. et alii – Política y sociedad en Brasil (1930-1964), Ed. Annablume, São Paulo, 2002.
[Xix] Otros académicos, desde otro ángulo, tampoco escatimaron en izquierdas. Cuestionando las opiniones de los revisionistas, la historiadora Marly Vianna observó que, durante un reciente debate académico, un estudioso, al “predecir el pasado”, planteó la hipótesis de que “la represión sería grande”, si la izquierda triunfara en 1964… M. Vianna, “40 años después”, en: Folha de S. Pablo, 22/04/2004, pág. 3. En la misma dirección de las críticas a la izquierda, el sociólogo Leôncio Martins Rodrigues sostuvo: “(…) ganó la derecha y el golpe representó un revés terrible; si ganaba la izquierda habría otro revés, quizás peor, profundizando el modelo populista”. El Estado de S.Paulo, sección especial “40 años esta noche”, 31 de marzo de 2004, p. 1. Estas formulaciones sobre los “peligros” que representan los sectores de izquierda, de llegar al poder, no hacen más que retomar, 40 años después, los “argumentos” de la derecha golpista.
[Xx] En octubre de 1963, presionado por la alta jerarquía militar, Goulart solicitó al Congreso la aprobación de un decreto que imponga el estado de sitio en el país. La grave “conmoción interna” -que justificó la solicitud- se refería a una insultante y agresiva entrevista de Carlos Lacerda a un diario norteamericano en la que predicaba abiertamente el golpe de Estado y atacaba a los ministros militares. También se refirió a frecuentes huelgas de trabajadores y actos de insubordinación por parte de subordinados de las Fuerzas Armadas. Derecha e izquierda, desconfiadas de las intenciones de Goulart, negaron apoyo a la propuesta. Dos observaciones: Goulart, haciendo uso de un dispositivo constitucional, que preveía la promulgación de la medida de fuerza, envió la propuesta al Congreso para su aprobación. Al no haber tenido éxito, volvió, retirando la solicitud. ¿Un jefe de Estado decidido a dar un golpe de Estado –y apoyado por mandos militares– aceptaría pasivamente la negativa del Congreso sin reaccionar enérgicamente? Debo estas observaciones a Duarte Pereira.
[xxi] El historiador M. Villa tenía el libro Jango. Un perfil (1945-1964) publicado en los días en que el golpe cumplió 40 años. En el trabajo, en ningún momento se examina con rigor y criterio la tesis del “golpe de Estado de Goulart” o de las izquierdas, anunciada en la entrevista al diario. En el libro sólo se hacen vagas alusiones a los propósitos continuistas de Goulart. 190, así como en el artículo del cel. Como se mencionó anteriormente, se nos informa que los brizolistas temían un golpe de estado de Jango… En la p. 191, se afirma que el embajador activo de Estados Unidos (Lincoln Gordon), en un memorando a Washington, informó que Goulart estaba “comprometido en una campaña para adquirir poderes dictatoriales”. Dos “pruebas”, por tanto, poco convincentes. Aparte de eso, nada más se ofrece al lector sobre el golpe de Jango – en palabras del autor, un “hombre afortunado” o incluso un político “vacío de logros e ideas”. Así, en las 270 páginas del libro, no hay pruebas sólidas sobre golpe es presentado; sin embargo, en la breve entrevista con el diario, el historiador prefirió ser polémico dando rienda suelta a su imaginación. También el cielo. Birdie, en el artículo de El Globo, aparece con su versión de la golpe por Goulart; para él, los Grupos dos Onze, en vísperas del 31 de marzo, habrían concluido que “el golpe no viene de la derecha, sino de Jango”. Los militares tampoco se dignan informarnos de su fuente documental. En su libro, Villa confirma la versión de Coronel (Jango, P. 191).
[xxii] Em Jango, Villa, en la pág. 191, también especula sobre la golpe del cuñado de Goulart, Leonel Brizola: “Esperaban (los brizolistas, cnt) formar 100 'Grupo de los Once' dentro de seis meses y, entonces, sí, poder articular también un golpe con el apoyo de sargentos y marinos”. ¿En qué archivo público o privado se habría reunido la información privilegiada del historiador?
[xxiii] La interpretación del autor sobre el liderazgo de Brizola dentro de la izquierda es excesiva; Son notorias las profundas divergencias que él -figura destacada del movimiento nacionalista- mantuvo con la línea de acción de la principal organización de izquierda (PCB) en el período. Si Prestes no hablara por toda la izquierda, Brizola tampoco la representaría. A juicio de Ferreira, la “predica revolucionaria” de Brizola parece resumirse en sus estridentes palabras en el Congreso, en los estrados y en los micrófonos de Mayrink Veiga (cuyas ondas radiales sólo tenían alcance regional). Con motivo de la reciente muerte de Brizola, el periodista Jânio de Freitas recordó que pocos políticos, en la historia reciente del país, tuvieron sus vidas tan investigadas. En los archivos militares habría documentos, aún no revelados, que probarían la golpe de Brizola?
[xxiv] Se recuerdan algunos discursos elocuentes de Julião. En la misma dirección que otros, pronunciada en plazas públicas, el 31 de marzo de 1964, en pleno Congreso amenazó: “(…) Decidí frecuentar más esta Cámara, porque la mía del Nordeste ya está arreglada. Si mañana alguien intenta levantar a los gorilas contra la Nación, ya podemos tener (...) 500 mil campesinos para responder a los gorilas”. Apud M. de Nazaret Wanderley et alii. Reflexiones sobre la agricultura brasileña.
[xxv] En la manifestación del 13 de marzo, una pancarta se destacó del resto por su radicalismo: “¡Forca para os gorillas!”
[xxvi] Cf. Moniz Bandeira, en el prefacio de la 7ª edición de su libro El gobierno de Joao Goulart (Revan), observa que en 1962, “(…) militantes de las Ligas Camponesas habían sido detenidos, porque, al parecer, estaban haciendo entrenamiento guerrillero en una hacienda del interior de Pernambuco”. Además de ser frágil e inconsistente, este experimento de preparación para la lucha armada no tuvo ningún apoyo ni continuidad en la estrategia izquierdista anterior al 64. En opinión de Moniz Bandeira, “una política aventurera e irresponsable, a la que se opusieron los dirigentes del PCB por considerar que, objetivamente, adquiría el carácter de provocación”.
[xxvii] Como reflexionaba J. Gorender: “La continua ambición del jefe de la Nación fue particularmente alentada por los comunistas. Aunque desprovistos de registro legal de partido en el Tribunal Electoral, los comunistas constituían, en ese momento, una influyente corriente de izquierda. En reiteradas manifestaciones, Luis Carlos Prestes defendió el segundo mandato de Jango y propuso públicamente la iniciativa de reforma constitucional que lo permitiera. Tal propuesta calentó aún más la temperatura ya bastante alta del clima político”. “Una sociedad dividida”, en: Revista Teoría & Debate, nº 57, marzo/abril, Fundação Perseu Abramo, 2004.
[xxviii] En tiempos recientes, el Congreso Nacional aprobó una reforma constitucional que favoreció al entonces Presidente de la República, Fernando Henrique Cardoso, en el pleno ejercicio de su mandato. Las circunstancias eran ahora otras, pero la casuística no lo era menos. Hubo muchas denuncias de la oposición y los medios de comunicación sobre corrupción en la votación de la reforma constitucional; sin embargo, ¿alguien calificaría a la aprobación de la reelección por parte del Congreso Nacional como un “golpe a la democracia”?
[xxix] Las “Tesis para Discusión” fueron publicadas en el Suplemento Especial de Nuevas direcciones, del 27/03 al 02/04/1964. Evidentemente, el periódico no puede circular mucho, ya que fue incautado por la represión. En las “Tesis”, se proponen varias reformas constitucionales: p. por ejemplo, el arte. 217 (habilitar reformas básicas), art. 58 (reforma electoral) etc. En el documento del PCB se defendieron reformas constitucionales para “conquistar la expansión de la democracia y una defensa efectiva de la economía nacional y los derechos de los trabajadores”.
[xxx] Los hechos son bien conocidos; citemos algunos de ellos: en 1950, conservadores y liberales cuestionaron la permanencia de Vargas, elegido según las reglas de la democracia liberal; en 1954, la presión de sectores militares provocó la renuncia y el suicidio de Vargas; en 1955, un nuevo intento de vetar la toma de posesión de Juscelino Kubitschek; en 1961, al veto de la junta militar a la investidura de Goulart siguió un auténtico “golpe blanco” (reforma de la Constitución en un contexto insurreccional) que impuso el régimen parlamentario al azar. Se retiran poderes a quien -según las reglas democráticas vigentes- debería jurar como Presidente. En rigor, el gobierno presidencial de Goulart se inicia en enero de 1963, tras la estrepitosa derrota electoral del parlamentarismo.
[xxxi] Un desarrollo más extenso de esta tesis puede encontrarse en CN Toledo, El gobierno de Goulart y el golpe del 64, edición 19, São Paulo, Editora Brasiliense, 2004 y en el artículo de libro organizado por el autor (cf. nota 1).
[xxxii] En los últimos días de marzo, los gestos y actitudes de Goulart -enfrentándose abiertamente a la alta jerarquía militar ya la derecha- parecían revelar, según la interpretación de Paulo Schilling, que el Presidente optaba por el suicidio político. Por otro lado, como lo señala el Prof. Antonio Carlos Peixoto, durante un reciente debate en la Unicamp, Goulart, luego de la Rally del 13Podría haber mitigado las sospechas sobre sus intenciones de continuar si hubiera declarado públicamente que rechazaba la idea de la reelección. Su silencio no le hizo ningún favor en esa coyuntura donde bullían los rumores y florecía la contrapropaganda.
[xxxiii] En el artículo citado, cel. Passarinho afirma: “No había nada más que esperar, sino el golpe preventivo o el contragolpe”. Con motivo de la muerte de Brizola, el periodista Clóvis Rossi, a quien nunca se le podría tildar de “izquierdista”, no se dejó llevar por las tesis difundidas por la prensa liberal y conservadora. Cuestionando abiertamente la falacia del contragolpe, ponderó: “El hecho es que, en la época de Brizola, como hoy, quienes tienen que demostrar que son democráticos, en América Latina, son mucho, mucho más de derecha que de izquierda”.".Brizola y la democracia”, en: Folha de S. Pablo, 23 / 06 / 2004.
[xxxiv] A los intelectuales de izquierda sólo se les puede exigir rigor y no complacencia ante las “verdades” consagradas, incluso dentro del mismo campo de izquierda. En la lucha teórica e ideológica, tampoco deben temer el enfrentamiento con corrientes opuestas o antagónicas. No es de recibo, sin embargo, que dejen de cuestionar –como lo reveló el debate por los 40 años del Golpe de Estado– los presupuestos ideológicos de los adversarios. Admitir la tesis de que la izquierda, por principio, no era “democrática” es ciertamente una seria concesión al pensamiento de la derecha.
[xxxv] ¿Qué pensar del hecho de que, después de 40 años, la cuestión agraria aún no haya sido resuelta en Brasil? Propuestas de reforma agraria no radicales son, desde 1964, postergados indefinidamente por el Congreso Nacional. Correspondería a estos autores preguntarse: ¿por qué, entonces, una reforma agraria? moderado sea lo que fuere, ¿sería aprobado por un Congreso cuyos sectores mayoritarios, en el período anterior al 64, apoyaban al bloque económico y político que luchaba por hacer inviable el gobierno “reformista”?
[xxxvi] Los textos citados anteriormente de Ferreira y Agio ilustran este punto. En este sentido, estos académicos coinciden con la autocrítica conservadora realizada por el PCB en 1966. Tesis para Discusión en el VI Congreso, comenta Gorender: “La Tesis rechazó lo altamente positivo y relevante de la actuación de los comunistas en el período anterior al 64: la lucha por las reformas de base y contra la política de conciliación de Jango (...) la Tesis condenó la reforma de la Constitución y abogó por el congelamiento de las relaciones sociales y de la situación política como remedio para evitar un golpe militar de derecha”. J Gorender. combate en la oscuridad. 2ª ed. São Paulo: Ática, 1987, pág. 90. A juicio del autor, la Tesis constituyó una auténtica capitulación reaccionaria.
[xxxvii] La expresión es de Roberto Schwarz, El padre de familia y otros estudios. En un libro posterior, el autor retoma el punto: “No sería exagerado decir que desde entonces buena parte de la mejor producción en cine, teatro, música popular y ensayismo social debió el impulso a lo mitad práctico y mitad -la ruptura imaginaria de las barreras de clase, esbozadas en aquellos años, que demostraron un increíble potencial de estímulo (...) hoy no es fácil explicar a los estudiantes la belleza y el soplo de renovación y justicia que en su momento habían estado asociados con la palabra democracia (y socialismo)”. secuencias brasileñas. Sao Paulo: Cía. das Letras, 1999, pág. 174.
[xxxviii] Además de las reformas económicas y sociales, las fuerzas políticas progresistas defendieron una ampliación de la democracia liberal excluyente: la extensión del voto a los analfabetos y subordinados de las Fuerzas Armadas, la amplia libertad de partidos, la ampliación de la libertad de organización sindical (Derecho de huelga), la derogación de la ley de Seguridad Nacional, la eliminación de los dispositivos legales que afectaban las actividades de las mujeres, el fin de la discriminación religiosa y racial, etc. Sobre estas propuestas callan los revisionistas, que solo ven posiciones “antidemocráticas” en la cultura política de la izquierda.
[xxxix] Para una crítica a la noción de democracia que guía a la llamada “izquierda democrática”, remito al lector, entre otros, a dos artículos publicados en esta revista. CN de Toledo, “La modernidad democrática de izquierda. ¿Adiós a la revolución?”, en: Crítica marxista, nº 1, São Paulo, Brasiliense, 1994 y J. Quartim de Moraes, “Contra la canonización de la democracia"en Crítica marxista, nº 12, São Paulo, Boitempo, 2002.