por GÉNERO TARSO*
Celebre este 14 de julio, de manera multipartidista, libertaria, igualitaria y fraternalmente concebida, la victoria francesa contra el infierno.
La estupenda victoria de la democracia en Francia, contra la extrema derecha y los demás herederos de Vichy, combinada con la victoria del Partido Laborista inglés, que regresó al Gobierno después de 14 años, restablece –en Europa– el oxígeno de la democracia liberal. En Francia, en particular, el cambio se debió –entre otros factores que no caben en este breve texto– a la velocidad con la que la izquierda francesa reorganizó sus listas electorales para favorecer a candidatos de cualquiera de las facciones de centro y centro izquierda, a acumular votos contra la extrema derecha: acumular votos para defender la democracia liberal contra el peligro fascista, racista y antirrepublicano, que asomaba en el horizonte.
Jean-Luc Mélenchon, el líder de la “Francia Insumisa” tuvo un papel extraordinario en este movimiento, ya que poco después de los resultados de la primera vuelta advirtió que su grupo haría todo lo posible para unificar a los votantes antifascistas contra Madame Le Pen y su cohorte de reaccionarios violentos, que estaban al borde del poder.
Y volvió a advertir: éste era el peligro que rodeaba a Europa y amenazaba directamente los postulados de la Revolución Francesa, ya fuertemente constreñidos por la concepción de “Europa del capital”, distinta de la concepción también europeísta de “Europa social”, siempre defendida por Jean-Luc Mélenchon y por su formación “Francia Insumisa”.
Su postura inquebrantable en defensa de la democracia política, que France Unsubmissa integra como compromiso constitucional, tiene una razón política fundamental, que está en el ámbito de los principios; y una razón pragmática, que responde a las urgencias de la lucha política de cualquier izquierda, dentro de la legalidad democrática.
La experiencia brasileña muestra que en tiempos de mutación en las formas de ejercer el poder y controlar los corazones y las mentes, a través de nuevos medios de comunicación e información, nuevas formas y medios de producir bienes y de controlar y procesar la opinión, cualquier vacilación en defensa de la legalidad democrática debilita democracia política y termina favoreciendo al fascismo.
El ascenso del fascismo y su bandolerismo a la categoría de gobernantes, capilarizados en el Estado y ayudados por los medios oligopolíticos, podrían incluso “apoderarse” de instituciones como el Poder Judicial, debilitando sus deberes constitucionales de imparcialidad y neutralidad en las grandes disputas políticas del mundo. el momento. .
Así fue con Dilma Rousseff, así fue con Lula. La “razón política fundamental” –que está en el ámbito de los principios– es nunca conceder ni omitir facilitar que los fascistas lleguen al poder; la “razón pragmática” se refiere a la elección de caminos que deben tomarse para crear mayorías políticas contra el fascismo ascendente, lo que puede evaluarse a partir de la siguiente pregunta: ¿es mejor enfrentar al fascismo cuando está fuera del gobierno o cuando ya ocupa el poder? ¿aparato estatal?
Hay que tener en cuenta, para comprender el fenómeno político francés, que la izquierda tradicional allí (el Partido Socialista hoy más bien de centro izquierda, el Partido Comunista Francés que ya no encabeza mayorías progresistas en el país, y los pequeños partidos comunistas) y las organizaciones socialistas heterodoxas—no han podido, desde François Mitterrand (1995) hasta el presente, formar un Frente de Izquierda estable para gobernar.
Esta victoria electoral demuestra que frentes bien organizados en torno a principios y programas visibles para el pueblo, aunque estén al borde del precipicio, pueden rescatar los principios ideales de las grandes revoluciones del siglo pasado, con nuevas bases dentro de la democracia.
El Nuevo Frente Popular, formado ante el desastre, rescata –por ahora– la cultura de las libertades (políticas), de la igualdad (formal) que el fascismo ni siquiera respeta como doctrina constitucional, y rescata la fraternidad (policlasista) contraída en la Constitución del país. Esto es poco, pero es mucho. En contraste con la cultura de la muerte, la naturalización de la desigualdad y el fin –formal y material– del contrato legal de fraternidad popular, que presidió la caída de la Bastilla el 14 de julio de 1789, esto es mucho.
¿No sería providencial, me pregunto y pido a mis compañeros de lucha, si no sería bueno que celebráramos, este 14 de julio -de forma pluripartidista, libertaria, igualitaria y fraternalmente concebida- la victoria francesa ¿Victoria contra el infierno?
* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía) [https://amzn.to/3ReRb6I]
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